Áurea Ortiz Rico Contreras.
Juan Carlos Cortés Máximo.
Vivía Tata Tra contento en el pueblo de Santa Fe. Vivía de sembrar maíz y le gustaba hacer sonar sus pies. Todas las mañanas salía tempranito acompañado de su viejo amigo el burro, que por cierto no tenía nombre, porque nunca a nadie se la había ocurrido ponerle uno. Ya en el monte donde sembraba su maíz, miraba siempre a lo lejos, buscaba que no llegara ningún jiuatsï que se lo quisiera comer. Cuando tanteaba que el horizonte estaba despejado muy paciente, como solía ser, cosechaba su maicito, lo montaba en el burro y contento se iba para el mercado a vender unos cuantos granitos. Todas las mañanas eran iguales, menos aquellos días de fiesta cuando en vez trabajar se ponía a bailar. ¡Ay Tata Tra, que bonito suenan tus huaraches al son de los abajeños! Tata estaba muy contento, baile y baile sin parar, sin darse cuenta que allá en el monte donde siembra su maicito un jiuatsï va llegar.
Allá en el monte un Jiuatsito muy hambriento notó que las milpas de Tata Tra estaban solitas y que ese día nadie las visitó. El jiustasï pensó: “Pobres milpas ahora nadie las cosechó, ¿será que Tata Tra ya las olvido?”. Un favor quiso hacerle al viejito bailador y con mucha calma, no sin antes mirar al horizonte por si había un observador, comenzó a cortar las mazorcas y un montonzote juntó. El jiuatsï cansado y hambriento por su gran labor a un ladito del montón de mazorcas se acostó. Y pensaba con ilusión: “Si mañana viene el viejo y ve este montón tal vez hasta un premió me de por mi gran labor”. Empezó atardecer y de pronto oscureció. Esa noche el animalito hambriento y cansado ni siquiera aulló, se quedó dormido soñando el gran premio que Tata Tra le daría por hacerle un favor.
Ya casi amanecía y el animalito despertó. El hambre le hacía sonar las tripas y entonces pensó: “Si me como unos maicitos, mi pancita se sentirá mejor, ya va amanecer y pronto llegará Tata Tra y de tanta comida que de premio me dé mi pancita llenará”. Pero Jiuatsï no sólo se comió unos maicitos, sino todo el montón ya que el animalito era muy glotón.
Tata Tra ya venía en camino con su amigo el burro, que por cierto no tenía nombre, venían cargando costales pues como ayer no vino al monte a cortar elotes, hoy tendrá que cortar lo doble. El Jiuatsï ni cuenta se dada que Tata ya se acercaba, estaba tan entretenido sobándose la barriga que cuando menos lo pensó Tata Tra lo descubrió.
-Pero que hiciste animal abusivo que mi maíz te haz comido.
Rápido Tata le lanzó un costal al jiuatsito, que por el susto ni se había movido..
- Eres malo Jiuatsito me haz dejado sin comer, esto merece un castigo ahora para carnitas te voy a vender.
Con el jiuatsï metido en el costal Tata Tra se dirigió al pueblo, ofreció a buen precio el costal que traía cargado, pero al conocer su contenido, todos se echaban a correr.
- Ay jiuatsito, nadie te va querer. Ya suficiente castigo ha sido traerte en este costal todo el día metido, mejor te devuelvo al monte, pero te advierto animal abusivo si vuelves a mi maizal un culetazo te voy a dar.
Y corriendo sin parar el asustado jiuatsï gritó: “Te lo prometo Tata del Costal”.
Al final del día el jiuatsito comprendió que a los humanos nunca debe hacerles un favor. Al final del día Tata Tra se preguntó: ¡Cómo es que ese jiuatsï me contestó!.
*JiuatsÏ en legua p’urhépecha significa coyote.
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